sábado, 22 de junio de 2013

El totalitarismo de mercado

La Unión Monetaria es la realización de un proyecto neoliberal que privilegia la economía mientras asfixia la democracia. El euro es el fruto de la "euforia globalizadora" de los años noventa, un error político que no tuvo en cuenta la heterogeneidad económica, social y cultural de los países que integran esa zona monetaria. Frente a John Maynard Keynes han terminado triunfando en el proceso de construcción europea las tesis del economista liberal austriaco Friedrich von Hayek, acérrimo enemigo del socialismo y tenaz opositor de su colega británico. Mientras se imponen desde Bruselas estrictos límites a la capacidad de endeudamiento de los Estados o a los déficits fiscales, no se hace lo mismo con el empleo ni se exije una tributación mínima a las grandes fortunas. La contención de la deuda pública mediante la consolidación fiscal persigue como principal objetivo tranquilizar a los mercados financieros internacionales, que, en el nuevo mantra neoliberal, tienen prioridad absoluta sobre los ciudadanos, lo que constituye un escarnio de la democracia. Para dar plena satisfacción a esos mercados, es decir a los grandes fondos que prestan a los Estados, se exige a estos últimos recortar cada vez más derechos y prestaciones de las llamadas clases pasivas y de los funcionarios. El capitalismo social de la inmediata posguerra trataba de salvar a las democracias europeas del comunismo, el neoliberalismo desatado de nuestros días tiene como objetivo acabar con la democracia instaurando una dictadura de mercado, es decir de los usureros: los prestamistas de los Estados. El cuento de los neoliberales es que el Estado Social esta en crisis y esta crisis se debe a que la masa de la población ha abusado de las arcas públicas, esa "masa" que menos ha contribuido a financiarlo con sus impuestos. Las victimas, por lo tanto, son los sacrificados ricos. Esto es una absoluta mentira, asquerosa y repugnante, la verdad es que si las finanzas estatales han incurrido en déficits estructurales es porque mientras aumentaba el trozo de la tarta que se llevaba una minoría, doblemente beneficiada por las bajadas de impuestos, se recortaban los salarios y las prestaciones sociales, y se disminuyen los ingresos del Estado. En los años setenta pudo garantizarse un buen nivel de empleo mediante una inflación crónica, pero pronto se vio en ella una amenaza para los patrimonios y en la década siguiente se optó por endeudar al Estado para compensar de ese modo la bajada de impuestos. A partir de los noventa se trató de atajar la crisis mediante privatizaciones y recortes en las prestaciones sociales mientras las familias, animadas por el sistema a seguir consumiendo alegremente, se endeudaban hasta el cuello. La Unión Europea es una construcción supranacional con un fuerte déficit democrático en manos de un férreo "totalitarismo de mercado".

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