viernes, 11 de mayo de 2012

La receta asiatica

La receta asiática para el desarrollo se encuentra en la capacidad de esos Estados para disciplinar a las elites capitalistas y condicionar su comportamiento para garantizar que promuevan el cambio tecnológico, reinviertan, exporten más, innoven, aumenten el empleo y mejoren las condiciones laborales. Los Estados de América latina, en cambio, se muestran incapaces de exigirles a los sectores empresarios dominantes la reinversión de sus ingresos pero si son muy generosos para ofrecerles subsidios, para protegerlos de las perdidas y garantizarles las ganancias . Hoy en América latina los Estados no pueden ni quieren condicionar los beneficios que entregan a las elites capitalistas. HAY QUE DISCIPLINAR A LAS ELITES CAPITALISTAS. El problema no es que las empresas ganen plata, sino que no devuelven a las economías una parte sustantiva de lo que se llevan. En América latina el 10 por ciento más rico se lleva el 45 por ciento del ingreso, mientras que en los países exitosos de Asia, como Corea del Sur y Taiwan, se llevan el 22-23 por ciento. Ese es un lado de la moneda, el otro lado es el comportamiento de la inversión privada. En América latina la inversión privada representa en promedio un 15 por ciento del PIB, mientras que en Asia es muy superior, en algunos casos llega hasta el doble. Lo fundamental no es sólo que la distribución del ingreso en nuestra región es tan desigual, sino la relación entre la inversión privada y lo que atesora el 10 por ciento más rico. En América latina sólo un tercio de lo que retiran del circuito productivo se invierte. En Asia, no sólo se llevan menos sino que invierten más. En Corea la inversión privada equivale a todo lo que se lleva el 10 por ciento más rico. En China, India, Malasia y el resto del Asia más dinámica, la relación alcanza al 75-80 por ciento. El problema de América latina no es sólo la concentración del ingreso sino que las elites empresarias usan sus ingresos en forma muy ineficiente. El motor del desarrollo económico es la inversión privada, la acumulación de capital y en América latina invierten muy poco, aunque se llevan la proporción del ingreso más alta del mundo. ¿Por qué las elites empresarias asiáticas invierten más que las latinoamericanas? No se trata tanto de empresarios diferentes, sino de Estado diferentes. En Asia las reglas del juego que ponen los Estados permiten que las elites capitalistas conserven sus lugares de privilegio mientras esos sectores inviertan, promuevan el cambio tecnológico, innoven, creen empleo e impulsen el crecimiento económico. Si no cumplen con esas normativas son atacados ferozmente por el aparato estatal. En cambio, las elites latinoamericanas se comportan como si su posición fuera eterna, inmutable e independiente de su rendimiento y los Estados están entregados incondicionalmente a su poder. Se debe recuperar la capacidad del Estado para disciplinar a las elites empresarias. ¿Qué significa disciplinar a las elites empresarias? Se trata de condicionar las rentas y beneficios que el Estado entrega a las elites capitalistas. Hoy en América latina los Estados no quieren condicionar todas las rentas que les entregan a las elites capitalistas. No significa que los empresarios dejen de ganar plata, sino que reinviertan sus ingresos, suban productividad e innoven tecnológicamente. Son dos conceptos de capitalismo totalmente distintos: en América latina el capitalismo funciona bien sólo si los ricos están contentos, en Asia la política económica se rige por el principio de que el capitalismo funciona bien sólo si los ricos están disciplinados. Los sectores dominantes latinoamericanos tuvieron una capacidad de imponer su voluntad rentista mucho más fuerte que en Asia. Nuestros Estados son débiles. En Brasil, Chile, Perú, Colombia, Argentina existe una ideología neoliberal que hace a los Estados impotentes, ya que considera que ese disciplinamiento sería contraproducente. En los últimos cinco años, por falta de un royalty de verdad, las empresas en Chile, fundamentalmente mineras, remitieron al exterior utilidades equivalentes a dos veces el PIB de Paraguay. Eso sería inconcebible en Asia. No hay problemas de principios con que la inversión extranjera gane plata siempre y cuando reinvierta, incorpore cambio tecnológico, innove, busque nuevos recursos y devuelva a la economía local una porción sustantiva de lo que gana. Si no lo hace, se debe expropiar. Eso es disciplinar. Si no reinvierten utilidades, se cortan los subsidios, el acceso al crédito y el resto de los beneficios. En los años ’80 algunos conglomerados coreanos debieron cerrar porque el gobierno les cortó el acceso a susbsidios porque no habían cumplido las condicionalidades de rendimiento. Cerraron y se despidió a trabajadores, pero en una economía que crece al 6, 7, 8 por ciento, la demanda de trabajo es fuerte. Hyundai en los ’70/’80 tenía acceso a todo lo que quería, el mercado doméstico cerrado para ellos, tasas de interés reales negativas, pero la condicionalidad era que exportara un tercio de su producción y para eso debía estar en la frontera tecnológica, reinvertir prácticamente todas sus utilidades y ofrecer un producto de alta calidad. En América latina se dieron las mismas facilidades durante el proceso de sustitución de importaciones pero sin condicionarlo. Para eso se necesita un Estado capaz de recortar subsidios, sin titubear, cuando las empresas no cumplen.

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