jueves, 1 de marzo de 2012

Adiós Atenas por Dante Caputo

Hace pocos días se realizó, en Nueva York, una mesa redonda sobre la crisis. Con el título “La economía global: crisis sin fin. Desde Europa a Beijing y a Washington”, se reunieron dos premios Nobel de Economía, Paul Krugman y Edmund Phelps, el economista Jeffrey Sachs y el financista Georges Soros. El debate se hizo en un anfiteatro repleto del Museo Metropolitano de Arte, rodeado de dioses y faraones egipcios que recordaban 40 siglos de historia y, obviamente, las tantas crisis que la humanidad vivió. Esta no es la más grave, excepto por el hecho que nos toca vivirla. Había pensado que podría escuchar el análisis de personas ampliamente reconocidas como expertas para entender mejor lo que pasa y cómo imaginan lo que vendrá. En todo caso, no usaré su tiempo, lector, en relatar lo dicho allí porque la expectativa terminó en frustración. En cambio, menciono dos temas que sorprendentemente estuvieron ausentes en el debate: la especulación financiera como causa de la crisis y las consecuencias políticas de lo que sucede en Europa. Supongo que usted coincidirá en lo llamativo que resulta que teniendo entre los expositores al señor Soros, un experto en la comprensión y práctica de la especulación, el tema haya sido ignorado. Estas personas crean opinión en Estados Unidos. Si ellos no mencionan la cuestión es probable que lo más importante de lo que sucede en esta crisis quede semioculto. Otro tanto sucedió sobre las consecuencias políticas y sociales que están a la vista y que no requieren un esfuerzo particular de imaginación para mencionarlas. No estaba entre mis expectativas que este conjunto de economistas analizaran los impactos sobre la democracia y la vida política de los europeos, aunque gente como ellos tomen diariamente decisiones que alteran la vida política de las naciones. El tema internacional también estuvo, en contradicción con el título, ausente: nada se dijo de la posible modificación del sistema de poder en el mundo, a pesar de que se admitió que la economía china será mayor que la estadounidense de aquí a cuatro años. Recordé que en música los silencios cuentan como las notas. Lo que no se dijo fue lo más importante del encuentro. En cambio, la intervención del señor Sachs fue llamativa por lo que dijo. Primero sostuvo que la crisis no era global. Argumentó que en muchos países no hay crisis. Lo cual es cierto, pero eso no implica que las consecuencias de la crisis no sean globales. Luego, sostuvo que la crisis griega no era importante porque la participación de Grecia en el producto bruto interno (PBI) total de Europa es menor al 3%. Es interesante que se pueda medir el efecto de una crisis que somete la soberanía de un pueblo, destruye su sistema político y sumerge en la pobreza a sus habitantes, a partir de la medida del PBI. Es lo que llamaríamos, lector, una visión humanista del mundo. El profesor Sachs ha tenido en su vida posiciones ideológicas pendulares. No hace tanto era un economista ortodoxo de derecha. Ahora al escucharlo suena a algo semejante a lo que se podría oír a la izquierda de los socialistas europeos. Recuerdo haber discutido largamente con él en 1992 en Moscú, cuando era el principal asesor económico del presidente Boris Yeltsin, que llevó a la economía rusa de entonces a la miseria. No sorprende, entonces, que Sachs, como muchos otros, no vea o no quiera hablar de las inmensas implicancias de la crisis griega. Nadie alertó sobre la situación de la moribunda democracia griega ni cómo la canciller alemana Angela Merkel había impuesto su posición. Este es el primer caso en que un sistema regional integrado por países democráticos produce una alteración sustantiva en el funcionamiento de la democracia de uno de los Estados miembros y un recorte severo de su soberanía. El parlamento y las formas originarias de la democracia representativa nacieron en torno a la manera en que se tomaban las decisiones sobre los impuestos y se controlaba el gasto. El rey dejó de ser un autócrata que cobraba y gastaba arbitrariamente. Los representantes de la sociedad (noción que varió a lo largo de la historia), el parlamento, tomaba las decisiones. Este principio desapareció de Grecia. El gobierno no decide sobre los recursos. El funcionamiento de las finanzas ha escapado a los electos y a los electores. Con el acuerdo alcanzado esta semana, cada euro que ingrese al fisco irá a una cuenta bloqueada para cumplir en primer lugar con el pago de la deuda y luego, lo que quede, será destinado a salarios y jubilaciones. Ya no se trata de si el gobierno cumplirá o no el acuerdo. Eso ya no importa. Un representante del Banco Central Europeo tendrá a su cargo el control de la cuenta bloqueada. El primer ministro griego, Lukas Papademos, fue colocado allí por presiones de Alemania y Francia. Es el mismo que siendo presidente del Banco Central griego actuó bajo la inspiración de Goldman Sachs para dibujar las cuentas del país en la época de su entrada a la zona euro. No lo eligieron los griegos. Fue impuesto. Ahora se completa la jibarización de la democracia a través de la cesión de los principales ámbitos de decisión de un gobierno que dejó de ser soberano. Lector, no hemos visto ningún titulo en los diarios diciendo “Grecia: adiós a la democracia”. Sin embargo, es lo que sucede. A pesar de todo, en abril próximo habrá elecciones en Grecia. Las encuestas predicen que los dos principales partidos pagarán caro su apoyo a este acuerdo. Los socialistas caerían del 44% obtenido en 2009 a 8 o 14%, y los conservadores, del 34% al 24 o 28%. En cambio, ha emergido una coalición de comunistas y otras fuerzas de izquierda que esperan alcanzar el 40%. Proponen salir de la Unión Europea y rechazan los acuerdos de ajuste. El profesor Sachs mira los números del PBI griego y sostiene que el caso no es importante. La especulación financiera (“burbuja financiera”) nos metió en este terremoto, pero los expertos no la mencionan. Marchando al paso alemán, Grecia ha perdido su soberanía. Sólo queda el recuerdo de que la democracia existe para el bienestar de los habitantes.

 Fuente: Perfil

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