domingo, 31 de julio de 2011

Leer los labios de China

Por largo tiempo, los chinos han admirado el dinamismo económico de Estados Unidos. Sin embargo, han perdido confianza en el gobierno estadounidense y su disfuncional administración económica. Puesto que ocurre tan poco tiempo después de la crisis de las “hipotecas basura”, el debate sobre el techo de la deuda y el déficit presupuestario representa la gota que derrama el vaso. Los altos funcionarios chinos ven horrorizados cómo EEUU permite que la política se las arregle para afectar la estabilidad financiera. China no es un espectador inocente en la carrera de Estados Unidos hacia el abismo. A raíz de la crisis financiera asiática de finales de los 90, China acumuló US$ 3,2 billones en reservas en moneda extranjera para aislar su sistema de las perturbaciones externas. Invirtió las dos terceras partes -alrededor de US$ 2 billones- en activos denominados en dólares, principalmente bonos del Tesoro de EEUU y de valores de agencias (por ejemplo, Fannie Mae y Freddie Mac). Como resultado, China superó a Japón a finales de 2008 como el mayor tenedor extranjero de activos financieros estadounidenses. No sólo en China se sentían seguros con una gran apuesta por los componentes una vez relativamente libres de riesgo de la moneda de reserva del mundo, sino su política de cambio le dejaba pocas otras opciones. A fin de mantener una estrecha relación entre el yuan y el dólar, China tuvo que reciclar una parte desproporcionada de sus reservas de divisas extranjeras en activos basados en dólares. Esos días han terminado. China reconoce que ya no tiene sentido mantener su actual estrategia de crecimiento, que se basa principalmente en una combinación de exportaciones y una gran cantidad de reservas de divisas extranjeras en dólares. China ha adoptado una respuesta muy transparente. Su Duodécimo Plan Quinquenal lo dice todo: un cambio a favor de consumo en la estructura económica china aborda de frente los desequilibrios insostenibles de esta nación. Al centrarse en la creación de empleo en el sector de servicios, la urbanización masiva y la ampliación de su red de seguridad social, habrá un gran impulso a los ingresos laborales y el poder adquisitivo de los consumidores. Como resultado, la proporción de consumo de la economía china podría aumentar en al menos cinco puntos porcentuales del PIB para 2015. Un reequilibrio impulsado por el consumo aleja el crecimiento económico de una excesiva y peligrosa dependencia de la demanda externa, mientras pasa a apoyar una demanda interna sin explotar. Además, quita parte de la presión a una moneda subvaluada como un refuerzo al crecimiento de las exportaciones, dando a China un margen considerable para acelerar el ritmo de las reformas monetarias. Sin embargo, al aumentar la proporción de consumo de su PIB, China también va a absorber gran parte de su ahorro excedente, lo que podría llevar su cuenta corriente a un equilibrio -o incluso un ligero déficit- para 2015. Eso reducirá notablemente el ritmo de acumulación de divisas y cortará la interminable demanda china de activos denominados en dólares. Así, China, el mayor comprador extranjero de bonos públicos en EEUU, pronto dirá “basta”. Sin embargo, otro acuerdo sobre el presupuesto vacío de contenido, junto con un ritmo de crecimiento para la economía de EEUU en los próximos años menor de lo esperado, permite esperar un prolongado período de grandes déficits públicos. Esto plantea la pregunta más importante de todas: sin la demanda china de bonos del Tesoro, ¿cómo se va a financiar la economía de EEUU, de por sí escasa de ahorros, sin sufrir una fuerte caída del dólar y/o un aumento importante en las tasas reales de interés a largo plazo? La respuesta que se escucha de la gente de Washington es que los chinos no se atreverían a iniciar un escenario así. Después de todo, ¿sobre qué podrían hacer sus apuestas en activos? ¿Por qué habrían de arriesgar enormes pérdidas en su gran cartera de activos denominados en dólares? La respuesta de China a estas preguntas es clara: ya no está dispuesta a arriesgar la estabilidad económica y financiera debido a las falsas promesas y la deficiente administración económica de Washington. Finalmente, los chinos están listos para decir que no. Lean sus labios.

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