viernes, 21 de enero de 2011

Los grandes mitos de la economía

En el año 1993 el historiador económico Paul Bairoch (1930-1999) escribió un libro con el título Mythes et paradoxes de l´histoire économique. El libro trata de cuestionar varios mitos que se mantienen sin contrastar y que además duran bastante tiempo en la historia económica y la economía. El primer mito que cuestiona es el de que fue el proteccionismo el que provocó la crisis de 1929, y esto le conduce a examinar otra leyenda más repetida y más importante en lo que supone la historia en el largo plazo de las políticas comerciales. Se expresa de esta forma: “El libre cambio es la regla, el proteccionismo la excepción”. Este es uno de los dogmas de la economía neoclásica. La verdad es que, en la historia, el libre cambio es la excepción y el proteccionismo la regla. Mantiene Bairoch que lejos de ser un obstáculo al crecimiento, las fases proteccionistas han coincidido con una considerable expansión económica y de los intercambios. El conocimiento riguroso de la historia económica, aunque ésta también es objeto de interpretaciones distintas, es muy útil para que no se mantengan determinados mitos que se basan no en el conocimiento de los que sucedió, sino en especulaciones teóricas no sustentadas en el comportamiento real de los hechos económicos y sociales. Aparte de la insistencia que se ha puesto en la eficiencia de los mercados, se ha subrayado la importancia de la liberalización financiera y económica como garantía de éxito, y se ha hecho una gran apología de la globalización como el mejor modo de conseguir una adecuada senda de crecimiento para los países avanzados, y lograr el desarrollo para los que se encuentran en los niveles intermedios y bajos de la escala económica. Pero además de ello la ortodoxia ha condenado el déficit público, y se han estimulado políticas económicas basadas en el equilibrio presupuestario, o con bajo déficit, o mejor para lograr el superávit. Se ha mantenido la idea de que lo más adecuado es conseguir la independencia de los Bancos Centrales en relación con los gobiernos para hacer una política monetaria, cuyo objetivo principal es la lucha contra la inflación, al tiempo que se asegura que los Bancos Centrales actúan con neutralidad y no sometidos a los vaivenes de la política e intereses partidistas. La aplicación de estas políticas económicas, se afirmaba, es una garantía para avanzar hacia un futuro de prosperidad y sin sobresaltos, pues las crisis económicas eran cosas del pasado. Se han magnificado los resultados económicos que se han obtenido en los últimos años y no se ha expresado con suficiente claridad que el crecimiento económico que se estaba obteniendo, no sólo estaba sembrando las semillas de su propia destrucción, sino que era enormemente desigual. Al tiempo que era menor que el obtenido en las décadas de los años cincuenta, sesenta y primeros años de los setenta del siglo pasado, los conocidos como “los treinta años gloriosos”, en los que la economía no estaba tan integrada a escala global como ahora. Los economistas, por lo general, mantenían la creencia infundada de que se había conseguido, profundizando en la globalización y con estas políticas económicas, una senda de crecimiento estable y con base firme. Lo que la crisis ha puesto de manifiesto es que la senda de crecimiento no era tan firme, no era tan rápida, y por si fuera poco desembocaba en un barranco. Si no hemos caído en el barranco ha sido por la actuación de los gobiernos que han evitado lo peor, pero no la caída en una gran recesión.

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