sábado, 8 de enero de 2011

China y su estrategia inversora internacional

A veces merece la pena contemplar ciertos procesos desde su perspectiva histórica: echando la vista atrás dos siglos, hasta 1820- la época en la que la dinastía Qing se encontraba en plena florecimiento-, nos encontramos con que China generaba aproximadamente el 30 por ciento del Producto Interior Bruto mundial, según estimaciones de la OCDE. En 1978, antes de que Pekín iniciara su política de apertura y reformas, la cifra se había reducido a no más del 5 por ciento. Pero hoy, China parece haber recuperado el ritmo y encontrarse otra vez camino de convertirse en gran potencia económica internacional. En los últimos 20 años, ha venido presentando niveles de crecimiento que rondaban el 10 por ciento y se ha colocado a la cabeza de los países exportadores. El comercio exterior le trae a China un superávit de unos 200.000 millones de dólares sólo el año pasado. A finales de julio de 2010, Bank of China dio a conocer que las reservas de divisas nacionales alcanzaban los 2,4 billones de dólares. La mayor parte de éstas se destinan a la compra de bonos estatales, principalmente estadounidenses. Pero ése no es el único uso que China hace de este tesoro: en 2009, unos 50.000 millones de dólares chinos fueron invertidos en compañías de todo el planeta. Con el estallido de la crisis financiera internacional, China se lanzó a la caza de gangas en todos los mercados. Especial interés muestra el país por los recursos naturales. De esta manera, asegura el suministro de su creciente industria y fija a la vez su independencia. En lo más alto de la lista de la compra china se sitúa todo lo que tenga que ver con el gas y el petróleo, seguido de las compañías mineras. Gran creatividad demuestra China a la hora de invertir en países en vías de desarrollo. En África, por ejemplo, ha patentado el modelo de construcción de infraestructuras a cambio de explotación de recursos naturales: China erige calles, puertos y redes de ferrocarril y obtiene por ello hierro, cobre y crudo. Sólo en 2008, la inversión china en el ámbito de los recursos naturales africanos creció un 75 por ciento. Los asiáticos utilizan inteligentemente sus inversiones para desarrollar su propia economía. El país ya no se contenta con ser "el centro de producción del mundo", el sitio al que las empresas occidentales trasladan su producción. China quiere mucho más que eso. China domina en el segmento de los productos de bajo precio, pero en el de la calidad, el alto costo y los amplios márgenes de ganancia siguen mandando los occidentales. El establecimiento de una marca es un proceso largo. Mejor aún, por lo tanto, que también las marcas se puedan comprar. Por ejemplo, la automotriz Geely compró de la sueca Volvo. La transacción le costó alrededor de 1.500 millones de dólares. Pero después de hacerse con la sueca Volvo, Geely será una automotriz que contará con modelos también en la "Clase Premium". La adquisición de firmas occidentales no sólo aporta un nombre, de ella también se obtiene know-how: se consiguen las patentes y los ingenieros necesarios para mantener y desarrollar el crecimiento. Y se recibe toda una estructura de servicios ya creada: gracias a Volvo, Geely contará con una amplísima red de concesionarios y podrá beneficiarse de la confianza de los consumidores que los suecos se han ganado en una labor de años. La estrategia inversora de China le va a permitir producir todo tipo de productos, para todos los mercados y todos los segmentos. Algunos conseguirán dar el salto al escalafón en el que se mueve la calidad. Otros continuarán con las copias y el material barato, para el que, sin duda, seguirá habiendo clientela suficiente.

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