domingo, 19 de diciembre de 2010

Las mentiras liberales

Las ideas que siempre se les escucha decir a los liberales son completamente falsas, pero a fuerza de repetirlas, una, dos, diez, cien, mil veces durante mañana, tarde y noche, años tras años por todos los medios de comunicación convencen a la gente de que son verdades indiscutibles. Es el método de Joseph Goebbels. Los liberales acusan permanentemente al Estado de haber fracasado, es más, de ser un fracaso en si mismo, algo intrinsecamente malo. Lo privado, mejor dicho, lo que es propiedad de ellos es bueno y debe privilegiarse. Se acusa el estado de ser inmenso e inutil. Vociferan de que el Estado “asfixia” a los contribuyentes con una carga fiscal altísima. Pero no es así: Argentina recauda, incluyendo a las provincias, el equivalente al 27,6 por ciento de su PBI, según datos de la Cepal. Esto implica una recaudación inferior a la de países que suelen generar aplausos por su correcto manejo macroeconómico: Brasil, por ejemplo, recauda un asombroso 35 por ciento del PBI, mientras que en los países desarrollados la presión tributaria es aún mayor: asciende al 35,9 por ciento entre los integrantes de la OCDE. Ademas de asfixiante, el Estado perverso hace soportar un porcentaje mayor de la carga tributaria a los que deben además abonar ellos mismos por los servicios que el Estado no presta (educación, salud, seguridad). Pero la afirmación de que las clases medias y altas, que pagan por escuelas, planes de salud y hasta seguridad privadas, son las que pagan más impuestos, también es falsa. Como sucede en casi todos los países en vías de desarrollo, en Argentina la distribución del ingreso empeora, en lugar de mejorar, luego de impuestos. Esto significa que, proporcionalmente, los pobres pagan más y no menos impuestos que los ricos, tal como demuestra un trabajo de Oscar Cetrángolo y Juan Gómez Sabaini (“La tributación directa en América latina: equidad y desafíos”): en Argentina el Coeficiente de Gini (el índice más popular para calcular la desigualad) empeora 3,5 puntos luego de impuestos. En Suecia, en cambio, mejora 52,2, en Holanda 40 y en Francia 41. A parte de denunciar el tamaño los liberales acusan al Estado de una patética mezcla de ineficiencia, desidia y corrupción. Pero lo que los liberales no dicen es que a mediados del siglo XX Argentina contaba con un Estado de bienestar obviamente imperfecto pero amplio y generoso para los estándares regionales: ¿qué país latinoamericano –salvo Uruguay y en menor medida Costa Rica– contaba con seguro de salud prácticamente universal, sistema jubilatorio, planes de turismo social, etc.? Argentina fue el 8º país del mundo en construir un avión a reacción, el primero de Sudamérica con una central nuclear del continente y el único con tres Premios Nobel en ciencias– y todo como resultado del accionar del Estado que ellos denostan. Si hoy tenemos un Estado en decadencia (punto que habría que discutir), no es por una malformación genética, sino por un proceso de destrucción que comenzó en los ’70 y continuó en los ’90, con el desguace neoliberal.

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