domingo, 26 de diciembre de 2010

La pesca se encamina a cerrar un año récord en facturación

Todo indica que al concluir el año la industria pesquera argentina podría llegar a concretar exportaciones por un total de 1300 millones de dólares, batiendo así un récord histórico. En gran medida, el incremento en la facturación registrado este año obedece a la notable mejoría en la comercialización de dos especies que años atrás, habían tenido un pésimo rendimiento: el calamar y el langostino. Ambos recursos experimentaron una notable recuperación respecto de otras temporadas. El 2009 fue para el calamar el peor año de la historia ya que además de obtener muy escasas capturas, el sector se había encontrado con mercados abarrotados de mercadería, escaso interés por comprar y precios bajísimos que llevaron a muchos hasta el quebranto. En cambio en 2010 la situación fue muy diferente. Hasta el 31 de octubre último la industria pesquera local vendió casi 47 mil toneladas de calamar illex en distintas presentaciones, obteniendo por ello poco más de 105 millones de pesos. La otra especie que generó buenas ganancias fue el langostino que también venía en picada en los últimos años. Hasta octubre de 2010, la industria exportó unas 54 mil toneladas, por un valor de 400 millones de pesos. En este caso, al comparar las cifras con las del año pasado, se advierte que hubo una suba del 23,8% en volumen y del 49,5% en facturación por ventas al exterior. En gran medida, la mejoría en el mercado del langostino se explica por la gran calidad de la materia prima obtenida en aguas nacionales, que permitió que las empresas obtuvieran muchos mejores precios a la hora de negociar. La recuperación del calamar y del langostino tuvo lugar pese a la situación de crisis por la que todavía atraviesan los países que más se destacan en el consumo de estas especies, como son España, Italia o Estados Unidos. Más allá de las optimistas cifras globales, hubo durante este año algunos indicios sobre la forma en la que la crisis que aún persiste modificó ciertos aspectos del negocio, obligando a las empresas a adaptarse a nuevas demandas de mercados que se encuentran recesión y en los que hay menor poder adquisitivo. En el caso del langostino, por ejemplo, comenzó a consolidarse una tendencia de demanda de empaques más pequeños a los tradicionales que permitan presentar en las góndolas raciones más chicas y, por lo tanto, más accesibles en precio para los consumidores finales.

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