viernes, 31 de diciembre de 2010

El nuevo desarrollismo

En la década de 1930, la crisis mundial desacreditó la ortodoxia neoclásica y dio lugar al surgimiento del paradigma keynesiano. También en América Latina, los años treinta revelaron la impotencia del canon ortodoxo para resolver los problemas que la crisis planteaba a cada uno de nuestros países. En el extremo Sur del subcontinente, la Argentina, comenzó a elaborarse entonces una visión crítica de la ortodoxia. La revisión keynesiana en los mismos países centrales influyó en el planteo crítico formulado desde la periferia. Pero este incorporó otra dimensión que estaba ausente en la formulación de Keynes. La dimensión del desarrollo económico. En nuestro caso, no se trataba solo, como sucedía en las economías avanzadas, de reactivar la economía y el empleo. Estaba planteado, al mismo tiempo, el desafío de erradicar el subdesarrollo y la relación periférica y subordinada dentro del orden mundial. En la posguerra, desde la CEPAL, las ideas inicialmente planteadas por Prebisch en la Argentina se difundieron en América Latina y el resto del mundo en desarrollo. En la actualidad ocurren hechos que guardan semejanzas con la de aquellos años. En efecto, la crisis financiera mundial desautorizó la versión contemporánea de la ortodoxia, el neoliberalismo. Fue precisa la intervención masiva de los gobiernos de las mayores economías para rescatar al sistema de la debacle producida por la globalización financiera y la especulación. Como en aquel entonces, la crisis actual desautorizó la fundamentación teórica de la ortodoxia. Consecuentemente, entre los economistas de los mismos centros desarrollados, ha vuelto a resurgir el planteo keynesiano y el enfoque neoliberal está a la defensiva.
También en América Latina, la crisis mundial desacredita el canon ortodoxo y promueve el rechazo del “pensamiento céntrico”, que ahora llamamos “Consenso de Washington”. También, actualmente, la heterodoxia latinoamericana incluye la dimensión del desarrollo y no solo, como en las economías avanzadas, el problema de la reactivación de la economía y la regulación financiera. . La semejanza no se agota aquí. Incluye también el papel pionero de la Argentina en el cambio de rumbo de ambos períodos. Recién recordamos cual fue su rol en los años treinta. En la actualidad, a partir de su descomunal crisis del 2001/02, Argentina se anticipó a los acontecimientos que tuvieron posteriormente lugar en la economía mundial y en América Latina. En efecto, Argentina salíó de su crisis rechazando el canon ortodoxo y reasumiendo el comando de su política económica sin pedirle nada a nadie, ni dinero ni consejos. Es decir, demostró que no son recursos los que escasean sino la buena calidad de las políticas públicas. Mientras que, después de 1945, el mensaje heterodoxo se difundió en América Latina desde un lugar preciso, Santiago de Chile, sede de la CEPAL, en la actualidad, la renovación teórica esta surgiendo simultáneamente desde diversos centros de reflexión y análisis de nuestros países. Uno de ellos, en la Argentina, es, por ejemplo, el Grupo Fénix de la Universidad de Buenos Aires. En esta onda renovadora del pensamiento económico latinoamericano, figura la propuesta del “nuevo desarrollismo”, cuyo principal inspirador es el economista y ex Ministro de Hacienda del Brasil, Luiz Carlos Bresser Pereira. Esta iniciativa convocó a un amplio grupo de economistas, de varias partes del mundo, que comparten un “enfoque keynesiano y una aproximación estructuralista a la macroeconomía del desarrollo”, para reflexionar sobre la “governanza financiera y el nuevo desarrollismo”. En el escenario abierto por la crisis mundial, la iniciativa se propone debatir la nueva estrategia para promover el desarrollo con estabilidad, que reemplace al fracasado Consenso de Washington. La iniciativa ha elaborado “diez tesis sobre el nuevo desarrollismo”, con particular referencia a los países de desarrollo intermedio, como lo son la mayor parte de los que componen la América Latina. El nuevo desarrollismo se funda en la tradición del estructuralismo latinoamericano y la actualiza tomando en cuenta los cambios producidos en el orden internacional. Las “tesis” insisten en el desarrollo como un proceso de transformación estructural a través de la acumulación de capital y el cambio técnico, el pleno empleo, el aumento del valor agregado y el incremento de la productividad. Las “tesis” se refieren a economías de mercado, en cuyo desarrollo, el Estado cumple un rol estratégico, incluyendo la canalización de los recursos internos hacia las actividades que generan mayor valor agregado. Como el desarrollo no es un resultado espontáneo de las fuerzas del mercado para responder con eficacia a los desafíos y oportunidades de la globalización, es indispensable una estrategia nacional de desarrollo. Las “tesis” destacan las consecuencias negativas de la concentración del ingreso debida, entre otros factores, al crecimiento de los salarios por debajo de la productividad. Se ocupan, también, de la tendencia secular a la sobrevaluación cambiaria y sus consecuencias sobre la competitividad y los equilibrios macroeconómicos, es decir, de la “enfermedad holandesa” en su versión latinoamericana. El financiamiento del desarrollo “esencialmente con ahorro interno”, es parte fundamental de la estrategia de desarrollo. La dependencia del financiamiento externo genera fragilidad macroeconómica y subordina la política económica a los criterios de los mercados. Por las mismas razones, es preciso mantener una relación prudente ene la deuda pública y el PBI, en el marco de la estabilidad financiera y de precios. En resumen, las diez “tesis” del nuevo desarrollismo ofrecen un paradigma alternativo al decálogo del Consenso de Washington, fundado en una perspectiva propia de los problemas del desarrollo y de la inserción de nuestros países en el orden mundial. Enriquecen los planteos originales de Prebisch, Furtado y otros maestros del estructuralismo latinoamericano y propone prioridades a la política económica. Hasta ahora la revisión teórica impulsada por la crisis mundial ha tenido más influencia en las políticas concretas de nuestros países que en los Estados Unidos y la Unión Europea, en donde, después que los gobiernos multiplicaron sus deficit y los bancos centrales insuflaron montos descomunales de liquidez, para salvar a los especuladores, ha vuelto a prevalecer el ajuste para recuperar la confianza de los mercados y reiniciar el juego que desembocó en la crisis. Hasta ahora, los países desarrollados están corriendo atrás de los problemas, en vez de resolverlos. En efecto, las nuevas normas regulatorias no alcanzan para limitar los excesos de un sistema financiero, cuya dimensión excede, con creces, las demandas de la economía real y cuya rentabilidad se funda esencialmente en la especulación. Será, en efecto, difícil ordenar el orden global mientras subsistan los desequilibrios actuales en los pagos externos de las mayores economías del mundo y el deficit de los Estados Unidos siga sustentando la expansión de la liquidez de los mercados financieros. Mientras tanto, como propone el nuevo desarrollismo, tenemos que ocuparnos de nuestros problemas. Es un buen consejo, porque, desde América Latina, no podemos cambiar el mundo, pero contamos con la capacidad necesaria para decidir como estamos en ese mundo.

Fuente: Aldo Ferrer

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