domingo, 5 de diciembre de 2010

Algunos puntos débiles del Gigante Chino

El régimen de Pekín se ha convertido, en apenas diez años, en la segunda economía mundial, con un PIB que excederá de los 5,3 billones de dólares al finalizar este ejercicio y acaba de superar, en agosto pasado, al de Japón. Mientras mantiene en su curriculum vitae su condición de mayor Ejército del planeta, con más de 2,3 millones de efectivos y unos gastos militares equivalentes al 4,3% de su fulgurante PIB, se consolida como potencia nuclear y, más recientemente, espacial, y exhibe otro de sus grandes logros presentes, el de gran inversor internacional desde el estallido de la crisis financiera actual. Un reciente estatus que le confiere poder de compra a mansalva de deuda soberana de economías industrializadas, con el colchón de seguridad que le otorga la enorme reserva de divisas en poder de su banco central -2,6 billones de dólares- con previsiones de que sobrepase los 3 billones a la conclusión de 2011. Sin embargo, y pese a esta incuestionable carta de presentación, ¿está la República Popular China en disposición de discutir la hegemonía estadounidense en el orden económico, militar, tecnológico y geoestratégico y acabar con el mundo unipolar que se generó tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética? Esta cuestión, muy de moda en los círculos de debate e investigación de numerosos think-tanks en los últimos meses -en especial, desde que se declaró la guerra de divisas- revela también zonas de sombra en la declaración de intenciones china para el desempeño de un papel relevante en el nuevo orden mundial. Dando por sentado que la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, abrió irremediablemente un nuevo tablero de ajedrez en el que se dirimirán los próximos asuntos geoestratégicos del planeta.

Brechas económicas

En materia económica, el músculo de la riqueza china esconde algunos síntomas de anorexia en su estructura productiva. Es significativa su dependencia energética y de su sector exportador y su incapacidad para generar valor tecnológico, investigador y de propiedad intelectual.

Déficit tecnológico e inversor

A ello añade sus escasos avances en I+D. Una carencia que esconde bajos ratios de productividad industrial. A pesar de que este segmento aporta la mitad de las astronómicas ventas al exterior del país -acaba de marcar un superávit bilateral con EEUU de 201.000 millones de dólares en lo que va de año-, apenas representan el 10% del valor añadido total de las mismas. Un ejemplo revelador es la producción de iPhone que Apple tiene en la provincia sureña de Guangdong que podría albergar también las actividades de desarrollo tecnológico y marketing, pero la multinacional prefiere mantener la mayor parte de estas divisiones estratégicas en EEUU y beneficiarse de los incentivos fiscales de los gobiernos locales al considerar su negocio de propiedad extranjera.

La mayor parte de las compras inversoras chinas se focalicen en adquisiciones de propiedades energéticas -para paliar su especial dependencia- en latitudes como América Latina, donde el comercio de productos made in China se ha multiplicado por diez en esta década, hasta ser el segundo socio comercial, tras Estados Unidos, de esta área, y sus flujos de capital sólo a lo largo de este ejercicio casi totalizan los 22.000 millones de euros depositados en el último lustro. O en África, donde la mano invisible de las inversiones chinas se aprecia en países con tensas relaciones con la Casa Blanca, como Sudán, pero también en grandes mercados con vínculos occidentales como Sudáfrica.

Sin embargo, el capital chino en el sector privado exterior apenas supone el 6% del total. Su táctica, hasta ahora, ha sido comprar materias primas, conseguir know-how tecnológico y ganar nuevos mercados. Pero sin acceder a compañías de sectores estratégicos, que ven en el capital estatal chino una amenaza en vez de un potencial aliado (naturalmente la excepcion aquí es la Argentina, desde luego, ya saben Uds. porque).

Táctica oficial en el exterior

La salida al exterior del enorme excedente de capital chino se ha encauzado a través de varios canales de propagación. En concreto, cuatro.

Por un lado, una táctica política de concesión del estatus de país amigo. Una especie de Gran Hermano que se presenta para ayudar a replicar el milagro chino, con independencia de si la citada nación tiene gobiernos de izquierda, de derecha o de centro, de si es una democracia o una dictadura.

El segundo cauce consiste en financiar todo tipo de grandes obras de infraestructuras a través de los bancos estatales chinos y su política de concesión de créditos blandos, pero especialmente estratégicas, como puertos, autopistas, aeropuertos o instalaciones energéticas.

El tercer canal es el de penetración en los sectores de materias primas, petroquímico y agroalimentario, a través de procesos de fusión y adquisición, con toma directa, o posterior, del control accionarial, hasta convertirse en el primer cliente de la firma.

Y, finalmente, cerrando acuerdos comerciales, especialmente con países en desarrollo, al margen de ciertas reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y con gratificaciones a mercados fructíferos para sus intereses como ventas masivas de armas.

Ausencia de Estado de Bienestar

China tiene un enorme retraso en la creación de un Estado de Bienestar. Y, en especial, en del sistema sanitario chino. En este terreno, el déficit es palpable. Mientras los gastos de los socios de la OCDE y del resto de miembros del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) oscila entre un 8% y un 11% del PIB, en China está por debajo del 5%.

Carencias geoestratégicas

China todavía no puede tener un papel hegemónico global porque debe prestar atención a sus problemas domésticos. China dispone de un arsenal de 120 misiles balísticos, todos armados con cabezas nucleares. Pero esta exhibición de fuerza no es sólo cuantitativa. Pekín mantiene un ambicioso plan de renovación tecnológica que supone la retirada gradual de los misiles de medio alcance DF-3A con más de 30 años de servicio. Este programa de modernización busca ganar cuota de movilidad en su arsenal atómico, mayor precisión de los objetivos de las cabezas nucleares y añadir control y seguridad tecnológica a las trayectorias de los misiles. Para 2015, la mayoría de la fuerza nuclear china será móvil, lo que dificultará su ubicación desde el exterior. Todo un agravio respecto a la decisión de la Casa Blanca de seguir reduciendo el arsenal atómico junto a Rusia, en un nuevo tratado de no proliferación.

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