martes, 16 de noviembre de 2010

Golpes de mercado

Los liberales antes iban a golpear la puerta de los cuarteles y entonces salian los tanques a la calle o las escuelas de cadetes iniciaban un desfile hacia la Casa Rosada (como en el 30). Ahora, es distinto. Ahora las grandes cadenas empresarias que concentran la producción y operan como formadoras de precios deciden, en reuniones a puertas cerradas, cuánto debe pagar un argentino que busque satisfacer una necesidad básica o simplemente darse un gusto comiendo un chocolate. Asi funciona el “libre mercado” en la Argentina. Las empresas no compiten entre si para ver quien produce mas para ofrecer el menor precio y así vender mucho. No, si es una sola la que produce pone el precio, si son varias se reunen y deciden a que precio van a vender todas. Desde enero de 2007, son los alimentos los que llevan la delantera en la expansión de los precios. Justamente, el 80 por ciento de la producción y comercialización de alimentos está en manos de sólo una decena de empresas, de las cuales la mitad son multinacionales que operan en la Argentina y envían sus ganancias al exterior. Por ejemplo, dos firmas concentran el 78 por ciento de las galletitas saladas en el país y otras dos se quedan con el 89 por ciento de las ventas de pan lactal, mientras que un tercer dúo produce el 84 por ciento de las gaseosas. La lista continúa con dos empresas que fabrican el 77 por ciento de la leche chocolatada y tres que concentran el 100 por ciento de las ventas de cervezas, mientras que sólo dos producen el 60 por ciento de la leche, las pastas secas, las conservas, el arroz y el harina. A su vez, estas compañías operan con segundas y terceras marcas a las cuales le imprimen precios levemente más bajos que los de sus primeros productos, por lo que terminan “compitiendo contra sí mismas” y decidiendo en qué momento y de cuanto será el nuevo incremento. De esa manera, las corporaciones no dan lugar a la competencia a las pequeñas y medianas empresas que responden por siete de cada diez empleos en el país y que además se enfrentan a variables como la escasez de crédito para ampliar la competitividad. Las alimenticias ajustan sus precios sin sentir obligación de incrementar su oferta porque directamente dominan el mercado y deciden por sí mismas, y golpean con dureza a los pobres, que destinan hasta el 95 por ciento de sus ingresos a la compra de alimentos. Así se entiende que, la canasta de alimentos que consumen los pobres aumentó un 22 por ciento en octubre, respecto del mismo mes del año pasado, muy por encima de la inflación general del 11 por ciento registrada en el mismo período. Estas grandes empresas, al ponerse de acuerdo, pueden decidir cuando se les antoje iniciar una hiperinflacion concertada para voltear un gobierno…

Fuente

1 comentario:

Ricardo Saldaña dijo...

Una de dos. O la concentración económica es hija de este "modelo" tan virtuoso, o los empresarios eran menos perversos en los 90. No te parece pobre el argumento ?

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