domingo, 18 de abril de 2010

La fiebre del oro

“La gente compra diamantes por vanidad y oro por estupidez”, solía decir Harry Oppenheimer, el hombre que durante 27 años dirigió el imperio minero De Beers. Desde su cuartel general ubicado en el número 17 de Charter House Street, en pleno corazón de la City, Oppenheimer inventó todos los slogans, argumentos y pretextos para hacerle creer al mundo que el oro representaba una mala inversión. Sin embargo, si viviera, es probable que en este momento comprara lingotes para colocar su fortuna al abrigo de cualquier sobresalto económico. El desasosiego que provoca la crisis desde 2007 explica en gran medida la nueva fiebre del oro que registra el mundo desde hace tres años: hasta 2005, el precio de la onza troy estaba en su nivel “normal” de u$s 400. A comienzos de 2007 pasó a u$s 600 y el 4 de diciembre de 2009 alcanzó su récord histórico de u$s 1.226. En otras palabras, el inversor astuto que olfateó la crisis y vendió sus activos especulativos antes del derrumbe para comprar oro, no sólo protegió su fortuna, sino que en 36 meses duplicó su patrimonio. Globalmente, eso es lo que hizo el tiburón John Paulson, conocido en Wall Street como “el financista que se enriquece con las crisis”. Después de haber especulado con los créditos subprimes, se desprendió de esos activos tóxicos justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, la cintura de Paulson es milagrosa, toma la carroña con las manos y se desprende de ella sin que le quede mal olor en los dedos: ese oportuno movimiento le dejó un beneficio de… u$s15.000 millones de dólares, cifra que según The Wall Street Journal representa la “mayor ganancia en la historia de las operaciones financieras”. Su compañía de inversiones Paulson & Co., un hedge fund especulativo que administra una cartera de u$s 32.000 millones, comenzó por invertir en Anglo Gold, Kinross Gold y Gold Fields y en todo lo que termine con la palabra Gold. Al cabo de unos meses, un periodo que utilizó para conocer los secretos de ese negocio extremadamente sutil, inyectó u$s 250 millones en un fondo sobre el oro. Paulson adoptó esa decisión después de analizar el balance de la Reserva Federal y comprobar que la masa monetaria de Estados Unidos había aumentado 140% en pocos meses. “El regreso de la inflación es ineluctable”, sentenció. A sus clientes les explicó que, en esa configuración de depreciación de activos, el oro registrará una nueva estampida de precios y representará la mejor “mejor moneda de reserva” frente a la pérdida de valor del euro y del dólar.

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