domingo, 31 de mayo de 2009

Levanten, apunten, fuego

Cuando se estudia los procesos industriales no se puede dejar de dejar considerar las voluntades políticas, como el rol de Gran Bretaña que desde mediados del siglo XVIII, para conservar su primacía incentivó la creación e instalación de fábricas, cuidando celosamente su monopolio y controlando “la fuga de cerebros” de técnicos que pudieran reproducir el proceso en otros países. Con este ejemplo, entre otros, muestra la existencia de una integración de objetivos entre los diversos gobiernos, grupos empresarios, funcionarios y técnicos, otorgándole a los diversos sistemas fabriles cierta direccionalidad, en base a este “modelo ideal”. En la Argentina no existió nunca esta integración. A esto contribuyo la “elite” que siempre priorizó las altas ganancias en el mercado mundial y los bajos riesgos productivos. El auge del modelo agro-exportador hacia fines del siglo pasado “condicionó” la posibilidad de generar una sociedad industrial. La crisis del ’30 no es meramente coyuntural, la opción de la industrialización por sustituciones es considerada por la elite como provisoria. A principios de los setenta, cuando Corea no soñaba con tener una industria electrónica, en la Argentina ya había empresas de avanzada en el sector. Hoy entre nosotros han desaparecido, mientras que Corea es una fuerza en el mercado mundial. Este es un país que ha generado empresarios dinámicos y eficientes como cualquier otro. Claro que no pudieron avanzar hasta ocupar la vanguardia industrial porque las políticas económicas se los impidieron. ¿Por qué lo impidieron?. Porque los líderes de este país tienen una visión macroeconómica que es falsa: creen que la Argentina es un gran país agropecuario por mérito de sus productores cuando, en realidad, es un país agropecuario porque Dios nos regaló una tierra enormemente fértil. Hay empresarios dinámicos en otros sectores pero sistemáticamente han encontrado tantas trabas a su desarrollo que son expulsados del sector. La Argentina es un cementerio de empresarios industriales dinámicos que terminaron luchando contra las viejas tradiciones de la elite del país. A fines de los sesenta el Gobierno termina promocionando grandes fábricas para completar el tejido industrial. Se construyen siderúrgicas y se concretan ambiciosos proyectos petroquímicos. También se expanden las industrias del aluminio, de la celulosa y el papel, y alguna industria mecánica de avanzada, como la de Pescarmona. Se trataba de producir insumos más baratos para el conjunto de la actividad industrial. Estos proyectos fueron concluidos y hoy, lo más moderno que tiene la industria argentina es el producto de esa promoción industrial de los años setenta. ¿Qué siguió después?. La interrupción de ese proceso a partir del golpe militar de 1976. Empiezan a desmantelar la promoción industrial y generan una ideología que propone abrir la economía y que los empresarios hagan como puedan. En lugar de la idea de ayudarlos a crecer, se parte de la idea de que, como no crecieron lo suficiente, hay que destruirlos. Y asi lo hicieron. Cuando se trata de defender sus intereses las elites no se andan con chiquitas.

No hay comentarios.:

Entradas Relacionadas

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...