domingo, 15 de febrero de 2009

San Estado

Cuando los gobiernos se deciden a utilizar los enormes recursos que tienen a su disposición, históricamente han reflotado la economía. Hacen trabajar a la gente, al dinero y a la maquinaria ociosa, hasta que el sector privado decide utilizarlos nuevamente. Todo indica que la receta desarrollada hace casi un siglo por John Maynard Keynes funciona. El crecimiento es la única vía que tiene un gobierno para pagar sus deudas de un modo relativamente rápido e indoloro, al permitir que los ingresos fiscales aumenten sin que los impuestos tengan que subir. Los gobiernos desempeñan un papel único en hacer inversiones por dos razones principales. Algunas actividades, como el transporte público y la reducción de la contaminación, reportan beneficios sociales pero no necesariamente económicos, y el sector privado simplemente no se hace cargo de ellas. Y si bien muchas otras clases de inversiones sí generan enormes utilidades, sólo una parte de esas utilidades van a parar al inversor original. Por ello, el sector privado no quiere participar. Como resultado, los economistas dicen que el sector privado tiende a gastar menos en investigación e inversión de lo ideal desde el punto económico. Históricamente, el gobierno se hace cargo de este vacío. Ayuda a crear nuevas industrias con sus inversiones. El crecimiento económico tiene muchas causas, incluidas la demografía y algunas fuerzas que los economistas admiten no entender. Pero la inversión pública tiene uno de los mejores historiales en cuanto al aumento del crecimiento. Por ejemplo, en EEUU, en los años 50 y 60, el Estado ofreció asistencia para los veteranos de la Segunda Guerra Mundial en forma de pensiones para educación, beneficios médicos, y tasas preferenciales en préstamos hipotecarios y agrícolas, creó una generación de graduados universitarios, mientras que el Sistema Interestatal de autopistas mejoró la productividad de la economía en su conjunto. Más tarde, el Departamento de Defensa desarrolló Internet, que dio origen a AOL, Google y el resto. La realidad funciona exactamente al revés de lo que pregonaron durante décadas los liberales: que era el Estado quien obstaculizaba el crecimiento.

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