jueves, 10 de enero de 2008

Stiglitz dixit

Durante años hubo temores por los desequilibrios mundiales provocados por el gigantesco endeudamiento externo de Estados Unidos. Este país, a su vez, dijo que el mundo debería estar agradecido: por vivir más allá de sus posibilidades, EE.UU. ayudó a mantener en marcha a la economía internacional, especialmente dadas las altas tasas de ahorro en Asia, que acumuló cientos de miles de millones de dólares en reservas.

Pero siempre se reconoció que el crecimiento de Estados Unidos durante la presidencia de George W. Bush no era sostenible. Hoy acecha el día del reparto de premios y castigos.

La irreflexiva guerra estadounidense contra Iraq ayudó a cuadruplicar los precios del petróleo desde 2003. En los años 70, las crisis petroleras llevaron a la inflación en algunos países, y a la recesión en el resto, cuando los gobiernos aumentaron las tasas de interés para combatir el alza de los precios. Y algunas economías tuvieron que vérselas con lo peor de ambos mundos: la estanflación.

Hasta ahora, tres factores fundamentales contribuyeron a que el mundo capeara la suba de los precios del petróleo. Primero, China, con sus enormes incrementos de productividad –descansando en niveles elevados de inversión, incluidas las inversiones en educación y tecnología– exportó su deflación.

Segundo, Estados Unidos aprovechó esta situación reduciendo las tasas de interés a niveles sin precedentes, lo que indujo a una burbuja inmobiliaria, con hipotecas accesibles para todos. Y por último, los trabajadores de todo el planeta están aguantando el castigo, al aceptar menores salarios reales y menos participación en el PBI.

Ese juego llegó a su fin. China ahora enfrenta presiones inflacionarias. Más aún, si EE.UU. convence al coloso asiático de que permita que su moneda se aprecie, el costo de vida aumentará en Norteamérica y en el resto del mundo. Y con la suba de los biocombustibles, los mercados alimentarios y energéticos se han integrado. Combinado con la mayor demanda de quienes tienen más ingresos y menos provisiones por los problemas asociados con el cambio climático, esto significa precios más altos de los alimentos, un peligro letal para los países en desarrollo.

Las perspectivas de que continúe la explosión del consumo en Estados Unidos también son sombrías. Aún si la Reserva Federal de EE.UU. sigue bajando las tasas de interés, los prestamistas no se apurarán a hacer más hipotecas malas. Con la declinación de los precios inmobiliarios, menos estadounidenses estarán dispuestos y tendrán la posibilidad de seguir despilfarrando.

El gobierno de Bush espera, de alguna manera, poder detener una oleada de ejecuciones hipotecarias, traspasándole así los problemas económicos al próximo presidente, como lo está haciendo con el atolladero de Iraq.

Sus chances de éxito son escasas.

Para EE.UU., hoy el verdadero interrogante es sólo si habrá un derrumbe breve y acentuado, o si habrá una desaceleración más prolongada pero menos profunda.

Además, Estados Unidos estuvo exportando sus problemas a otros países, no sólo por vender hipotecas nocivas y prácticas financieras defectuosas, sino a través del dólar en permanente debilitamiento, en parte como resultado de políticas micro y macroeconómicas erróneas.

Europa, por ejemplo, tendrá más dificultades a la hora de exportar. Y, en una economía mundial edificada sobre la base de un "dólar fuerte", la consiguiente inestabilidad de los mercados financieros tendrá sus costos para todos.

Al mismo tiempo, hubo una redistribución generalizada en todo el mundo del ingreso de los importadores petroleros a los exportadores petroleros – estados no democráticos, en una cantidad desproporcionada–, y de los trabajadores de todos lados a la gente más rica.

No queda claro si los trabajadores seguirán aceptando las sucesivas reducciones en su nivel de vida en nombre de una globalización no equilibrada cuyas promesas cada vez parecen más lejanas.

En EE.UU. ya se puede sentir el descontento.

Existe un aspecto positivo en medio de este panorama terrible: las fuentes de crecimiento internacional hoy están más dispersas que hace una década. Los motores reales del crecimiento mundial de los últimos años fueron los países en desarrollo.

Fuente: iEco Clarín

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