sábado, 26 de agosto de 2006

La Argentina y el desarrollo científico

Hacia fines del siglo XIX la República Argentina se incorporó definitivamente al mercado mundial como exportadora de materias primas y alimentos facilitando la expansión de la segunda revolución industrial desatada en Gran Bretaña, la gran usina industrial del mundo, principal exportadora de manufacturas y centro financiero y de intercambio de las corrientes de comercio mundiales. La clase dirigente de la época definió un modelo económico favorable a sus intereses y sin motivaciones de desarrollar una industria propia que fomente el desarrollo científico tecnológico. Desde ese momento la Argentina comenzó una etapa de dependencia tecnológica, incorporando tecnología ya obsoleta para los países exportadores. Este modelo funcionó a principios de siglo, enriqueciendo al Estado y generando una imagen internacional favorable para las inversiones y para un futuro promisorio. Sin embargo, esto generó una creciente dependencia internacional, británica principalmente, la cual se puso de manifiesto en las crisis cíclicas del capitalismo, que pusieron al país en difíciles situaciones. Esta se agudizó cuando la Corona Británica decidió dar prioridad a los productos de sus ex colonias, dejando a la deriva la economía argentina. Todo este período se caracterizó por el atraso tecnológico, el cual se agudizó con la seguidilla de golpes militares que comenzaron en los años de 1930. En la década de 1950 se apuntaló un modelo de sustitución de importaciones con el objetivo de desarrollar una industria nacional, pero las diferencias políticas, y el autoritarismo del gobierno alentó a la retirada de profesionales. La cual se vio fuertemente agravada con el último golpe de Estado en la década de los 1970, que reprimió las universidades, provocando un éxodo masivo y constante de científicos nacionales. Con el retorno de la democracia en 1983, se comenzó una nueva etapa en la que se respiraba la posibilidad de un cambio en la Argentina. Pero ninguno de los gobiernos, desde esa década hasta la actualidad, tuvo la voluntad política para realizar un proyecto que permita el desarrollo científico tecnológico y aplicarlo al crecimiento económico y al bienestar de la sociedad. Una constante en la Argentina fue la baja inversión pública y privada para la ciencia y tecnología. Tampoco hubo una cooperación entre el Estado y las empresas. En noviembre de 2004 se presentó el primer plan estratégico en ciencia y tecnología para la próxima década, luego de un bache de 30 años, son política de Estado. Existe una fuerte dependencia tecnológica. La balanza de pagos de ciencia y tecnología acumuló, entre 1996 y 2003, un saldo negativo para el país de 4.855 millones de dólares, en el que se denuncia que la importación masiva de tecnología, que no se detuvo en la crisis del 2001 - 2002, pudo haber encubierto maniobras de fuga de capitales y evasión impositiva.

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