Como casi todo en la Argentina surgió de la improvisación y la casualidad. No hay planes, hay respuestas a las circunstancias. Y las respuestas circunstanciales quedan como planes fijos aun cuando la situación que le dio origen y lo justifica pasa definitivamente. Y después nadie se atreve a modificar lo que resolvió el problema que hubo (y que fue resuelto) varios años atrás. La convertibilidad tal vez haya sido útil para salir de la hiperinflación, pero después se mantuvo durante 10 años a pesar de que se veía como se destruía toda la producción industrial. El fenómeno se repite con otro esquema simple y al parecer mágico. Han transcurrido casi cinco años desde la puesta en marcha de un modelo basado en el tipo de cambio real alto, como señal de precios relativos que orienta la producción, y en el superávit fiscal persistente, como señal de solvencia que apunta a reducir el costo financiero, para la producción privada. Buena parte del ciclo de recuperación económica local está impulsado, desde 2002, por el auge de la economía mundial. América latina, en general, y la Argentina en particular, son beneficiarias del fuerte crecimiento del déficit comercial externo estadounidense, que este año superará seguramente los u$s 800.000 millones y de las demandas de commodities (materias primas, combustibles, metales, etc.) por parte de los países asiáticos, China en particular. Las perspectivas son halagüeñas ya que, si bien el ciclo económico mundial podría modificarse a la baja (si sigue creciendo el precio del petróleo y subiendo la tasa de interés internacional), todo indica que la lógica intrínseca que estimula el crecimiento argentino no se verá sustancialmente alterada, al menos en el corto plazo. Si bien el gobierno nacional ha intentado mantener alto el tipo de cambio nominal, enfrenta crecientes complicaciones para detener la suba de los precios locales de productos estacionales, evitar el ajuste de las tarifas por servicios regulados o arbitrar en la puja por mejoras salariales. Está claro que el precio local de los combustibles no refleja para nada la situación del mercado internacional (vigencia de altos derechos de exportación). Por ende, es esperable que en algún momento del tiempo, y pese a controles, retenciones, o subsidios a ciertos consumidores, EL TIPO DE CAMBIO REAL TENDERÁ A BAJAR DE MANERA MÁS PRONUNCIADA, pese a los ajustes en el valor nominal. Dicho de otra manera, los crecimientos a “tasa china”, tenderían a normalizarse hacia 2007 y parecerse mucho más a los esperados para América latina, o sea 4% anual, sin efecto arrastre. A medida que se reduzcan los incentivos a exportar (menor tipo de cambio real) el empresariado local tenderá a demandar, la instauración de un “nuevo” modelo competitivo de desarrollo industrial. Hay que apostar a la ciencia ahora para que la ciencia en un futuro proximo introduzca valor agregado a nuestra producción y no esperarlo todo de un tipo de cambio que mantenga al dólar alto. No veo a los políticos obsesionados con la ciencia, lo cual es un tragedia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario