domingo, 12 de febrero de 2006

Reindustrializar

¿Qué quiere decir exactamente reindustrializar?. Porque esa palabra puede tener diferentes connotaciones. El pensamiento más ortodoxo asocia esta idea a las políticas industriales de un Estado elefante e ineficiente que les sirvan a los empresarios para vivir de prebendas. Una fórmula que, según esta visión, es la raíz del deterioro argentino durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX. La visión más heterodoxa acepta que en el pasado se han cometido errores en la implementación de políticas. Sin embargo, no es motivo suficiente como para que la Argentina renuncie a la política industrial. Los que apoyan esta idea son conscientes de que debe aprenderse de las malas experiencias para no volver a repetir el pasado. ¿Por qué es importante discutir hoy el concepto de reindustrialización?. Porque la política industrial constituye una herramienta fundamental para que la Argentina no vuelva a caer en una de esas crisis que tiene cada diez años y deje entonces interrumpido el actual proceso de crecimiento. El debate por la reindustrialización en la Argentina se libra en dos frentes: en el terreno ideológico y en el de los resultados. Uno tiene que ver con las ideas. El otro, con el impacto directo sobre el bolsillo de la gente. Con respecto al primero, los 90 fueron algo así como la derrota de la política industrial. Las privatizaciones y el achicamiento del Estado ganaron espacio en detrimento del Estado industrialista de los cincuenta. La clase industrial argentina sabe perfectamente que se perdió aquel debate y que triunfó la visión neoliberal. Pero esto no sólo ocurrió en la Argentina, sino también en otros países que abruptamente se lanzaron a la privatización de empresas públicas durante los 80, como Inglaterra. Algunos opinan que el debate ideológico se perdió porque la política industrial no venía dando buenos resultados. A mediados de los 70 la Argentina cambió de rumbo y el sector industrial comenzó a perder participación en el producto bruto. Entre 1964 y 1974, LA INDUSTRIA CRECÍA MÁS QUE LA POBLACIÓN. El país no solamente se manejaba con tasas de desempleo más bajas, sino que además el avance de la producción estaba acompañado por un mayor volumen de empleo (crecía a una tasa anual del 2%). Pero desde 1975 la industria se vino a pique: expulsó el 40% de su mano de obra, el valor agregado industrial cayó 30% y la participación de la industria en el PBI retrocedió 10 puntos (pasó de alrededor del 25% al 15% en el año 2002 y hoy todavía no llega al 17%). La Argentina productiva quedó partida en dos. Por un lado, existen sectores modernos y competitivos a nivel mundial, principalmente, vinculados a la producción de insumos básicos. Un claro ejemplo son los productores de aceite de soja. Por el otro, aparecen todos aquellos que pudieron recuperarse gracias al tipo de cambio alto y costos más bajos, pero que durante años sufrieron la apertura indiscriminada de los 90. El resultado de esta política económica dejó en claro que las Argentina no puede alcanzar el bienestar económico para toda la población con solo esos sectores competitivos productores de insumos básicos. A poco más de tres años de la crisis, la recuperación económica logró que el sector industrial quedara con los niveles de 1998. Sin embargo, la crisis dejó secuelas: la interrupción del proceso de cadenas de valor y de la inversión tecnológica y la pérdida de recursos humanos capacitados. En los 60 y 70 se produjeron 300.000 automóviles con 95% de las piezas de origen nacional. La industria autopartista incluía hacia 1973 alrededor de un millar de fábricas con una ocupación cercana a las 100 mil personas. En los últimos años, en cambio, la industria argentina fue más bien de ensamblajes. No hubo un proceso integrado como en Brasil. Las cadenas de valor se fueron cayendo y las reemplazaron las importaciones. Las compras al exterior en 1999 eran el 11% del PBI, pero las importaciones industriales eran el 45% del PBI industrial. La política de reindustrialización debe consistir en una estrategia selectiva en apoyo de aquellas actividades industriales basadas en avances tecnológicos y orientadas mayormente hacia el mercado externo. Ha llegado el momento de discutir estrategias microeconómicas y políticas sustentables para agregar valor y rentabilidad a la producción de bienes y servicios transables. La reindustrialización debe orientarse hacia actividades de alta calidad con personal calificado, que, a su vez, permitan continuar capacitando a sus empleados. De esta forma, en la economía habrá salarios altos y crecientes. Advirtió que las ventajas competitivas del país no deben buscarse por medio de precios baratos o salarios bajos, sino más bien a través de la buena calidad de los productos. Hay rubros en la Argentina que, si bien han realizado avances y tienen buenas perspectivas, todavía no generan suficiente masa crítica. En este grupo figuran la biotecnología, el software, la nanotecnología, la organización industrial asociada al complejo turístico, el desarrollo de bienes culturales, la producción de alimentos orgánicos y diferenciados, entre muchos otros. Hoy la Argentina cuenta con un aparato productivo muy heterogéneo. Por un lado, hay sectores que están entre los más eficientes a nivel mundial y otros que experimentaron una brusca decadencia a lo largo de la pasada década y hoy están en un mal punto de partida. El entramado industrial argentino, aun con todo su potencial funcionando a pleno (de hecho, ya casi lo está haciendo), no resulta suficiente como para resolver la cuestión de falta de empleo y pobreza que hoy afecta al país con 40% de su población viviendo con necesidades básicas insatisfechas. El aparato productivo es chico. La clave es ampliar y diversificar el actual aparato productivo. De esta manera, el país podría proponerse como objetivo alcanzar un PBI per cápita de entre 6000 y 7000 millones de dólares en 6 años.Lamentablemente el valor del dólar sigue siendo la fortaleza más importante que hoy tienen las compañías para competir en el exterior. Explicación de porque el actual crecimiento se sostiene son: un contexto macroeconómico favorable, con un tipo de cambio competitivo, y un incremento de la demanda tanto del mercado interno como del externo. Lo único que puede hacer que este crecimiento no se detenga es la innovación tecnológica. Reindustrialización en la Argentina también significa reeducación. Son cada vez más las ramas que no encuentran trabajadores para ocupar puestos de empleo en sus fábricas. Quiere decir que la respuesta del mercado de trabajo y del sistema educativo no es tan automática. En los 90 los estudiantes vislumbraban que en el país no había lugar para aquellos que eligiesen oficios industriales. Hay sectores que fueron desprovistos de mano de obra durante una década y llevará tiempo volver a encontrar gente entrenada para ocupar esos puestos. Un ingeniero no se hace en uno o dos años.

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