sábado, 11 de febrero de 2006

Plan de desarrollo industrial

Los industriales argentinos quieren llegar al 2010 con 40 mil empresas nacionales nuevas por año, con las cuales poder alcanzar un nivel de exportaciones cercano a los 80 mil millones de dólares. La reconstrucción industrial deberá esta apoyada en un denso tejido de pymes nacionales integradas en distritos productivos. El actual ciclo de expansión económica, el segundo más largo de los últimos cien años, pone a la economía argentina ante una oportunidad histórica de crecimiento sustentable a largo plazo. En la década del 90 la incidencia del capital extranjero en el valor generado por las cadenas productivas locales pasó del 49% al 84%. Este capital extranjero evidentemente no tienen intención ni la voluntad de aumentar la productividad, lo que ha generado un desequilibrio entre oferta y demanda que impulsa los precios hacia arriba por falta de oferta. Entre 1990 y 2001 el 76% las inversiones extranjeras en el país se destinaron a la adquisición de empresas ya constituidas mientras que sólo el 24% sirvió para la radicación DE NUEVOS EMPRENDIMIENTOS. O sea que los capitales extranjeros que coparon en los 90 el mercado argentino no vinieron ni a crear nuevas industrias ni a aumentar la producción, solo compraron lo que había ya hecho y se limitan, desde entonces, a ordeñar las ganancias y girar el excedente al exterior. Esto se debe a que el capital extranjero refleja las políticas de sus casas matrices y no la del espacio económico nacional. Solo las empresas naciones estarían dispuestas a mantener una corriente de inversión continua a largo plazo para aumentar la productividad. Hay que tener en cuenta que las grandes multinacionales coreanas no se crearon espontáneamente sino a partir de un fuerte mandato político. Es decir, las multinacionales coreanas no son una espontánea creaciones del libre mercado sino el resultado buscado por una política de estado coherente y eficaz. Esta absolutamente claro que el desarrollo depende de la capacidad de la sociedad de producir y absorber tecnologías, algo que sólo se logra si existe en el país un patrón productivo diversificado, donde el empresariado local tenga un papel protagónico en la cadena de producción. Los industriales locales no ocultan su envidia por la herramienta financiera que apalancó el despegue de sus colegas brasileños: el Banco Nacional de Desarrollo. La idea de crear una versión local de esa entidad chocó contra la intransigencia del ex ministro Lavagna, quien les recordó que Argentina ya había tenido su experiencia de banca de fomento, a través del Banade, que los mismos beneficiarios se encargaron de fundir. La llegada de Miceli al Ministerio de Economía renovó las esperanzas de la UIA. Por ahora no les dio el banco de desarrollo pero sí lanzó una línea de crédito por u$s 1.500 millones, plazos de hasta 10 años, para proyectos de inversión. Tampoco es necesario tener un Banco de Desarrollo específico cuando esa función la puede cumplir el Banco Nación o incluso alguna corporación con capitales privados. La clave estaría en garantizar que el instrumento que se cree cumpla sus funciones sin repetir experiencias del pasado. Lo importante es que el Banco practique la democratización de sus líneas para que no se concentren los créditos en pocos beneficiarios y la incorporación entre sus funciones de la asistencia no sólo financiera sino en la búsqueda de oportunidades de inversión y emprendedores capaces de capitalizarlas. También es necesario prestar atención a los plazos y garantías, más que a la tasa de interés, modo de asegurar el repago de los créditos.El objetivo es claro: 40 mil nuevas empresas argentinas por año y un desempleo no mayor al 7%.

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