martes, 6 de diciembre de 2005

¿El ejemplo a seguir es Chile?

Chile esta, poblado por 15.000.000 personas, los que producen 70.000 millones de dólares anuales en bienes y servicios. Hace veinte años que crece a una tasa promedio del 5,4 por ciento y su comercio exterior significa más de la mitad de su Producto Bruto Interno (PBI). La riqueza por habitante es de 4.590 dólares. Su deuda externa es de menos de 10.000 millones de dólares y tiene una alta tasa de ahorro interno. Los liberales hablan de un modelo chileno, y sin analizar demasiado en profundidad, concluyen que lo que sus vecinos deben hacer es copiar las recetas de Santiago. ¿Pero cuales son las recetas de Santiago? ¿Es en verdad Chile un ejemplo a seguir? En principio debemos desnudar las claves del “éxito” trasandino. Con la llegada de Pinochet al poder comienza el alabado “modelo”. Desde entonces, Chile adoptó un modelo basado en la apertura económica. Es decir, con bajísimas restricciones a la importación. Hoy ya casi nadie recuerda esta primera etapa de trasformación, pero en la década del setenta SIGNIFICÓ LA DESAPARICIÓN DE TODO ATISBO DE PRODUCCIÓN INDUSTRIAL. Chile entonces concentró su esfuerzo en convertir en competitivos los escasos sectores en los que se destacaba: la producción minera, pesquera, forestal, vitivinícola y frutícola. Se convirtió así en una economía pentaproductiva. La principal producción chilena es la explotación mineral. Es el mayor productor mundial de cobre, y tiene un lugar destacado en la extracción de litio, molibdeno y oro. El usufructo cuprífero lo lleva adelante una empresa estatal llamada Codelco, que ningún aspirante a ocupar le Casa de Gobierno ni siquiera sueña con vender. El Estado se ha reservado la propiedad de los recursos naturales, aunque en los últimos años esta posición se ha relajado y se ha permitido la explotación privada. El peso de la producción minera es altísima, al punto de que el 40 por ciento las colocaciones externas son embarques de cobre. No estamos hablando de un producto manufacturado, sino de un commoditie ni más ni menos, como la soja, el azúcar y las bananas. Podemos ilustrar hasta el momento que de cada 100 dólares exportados, 40 son producto de un recurso natural existente en el territorio por cuestiones ajenas al “modelo” que se pretende elogiar, y que genera muy poco valor agregado a la economía. Después de treinta años de aplicación de estas políticas tan alabadas, CHILE EXPORTA LO MISMO QUE ANTES –aunque en volúmenes mucho mayores, claro está. ¿Qué pasa con los otros cuatro productos? Al igual que con la minería, la explotación pesquera se aprovecha de la riqueza ictícola del litoral chileno. Aquí ha habido progresos en la introducción de tecnología para mejorar la productividad, por ejemplo, en la cría de salmones. En los últimos quince años, la salmonicultura creció 1.900 veces, y convirtió a Chile en el segundo productor mundial de esta especie, detrás de Noruega. Pero a diferencia del país escandinavo, en las factorías chilenas se trabajan 14 horas diarias por 280 dólares mensuales. LA FALTA DE UN SECTOR MANUFACTURO QUE PIDA PROTECCIÓN y la agresiva política comercial han hecho de Chile uno de los países con mayor número de tratados de libre comercio (TLC) del mundo. Sin embargo, a treinta años de la aplicación del modelo, CHILE SIGUE EXPORTANDO PRODUCTOS DE BAJO VALOR AGREGADO. El salto exportador que experimentó la economía sudamericana se basó en una mejora sin precedentes en el precio del cobre, que pasó de un promedio de 80 centavos de dólar por libra a 130 centavos. Por lo tanto, el inicio de este nuevo ciclo expansivo una vez más depende de factores externos, esencialmente del insaciable apetito de China por las materias primas. LA FORTALEZA DE LA ECONOMÍA CHILENA RESIDE EN LOS PRECIOS DE LAS MATERIAS PRIMAS QUE EXPORTA, Y DE LOS CUALES CHILE NO TIENE CAPACIDAD PARA FIJAR. La expansión chilena está montada en el ciclo de precios del cobre. Pero todo este proceso ¿produjo beneficios en la población chilena? En apariencia, sí. Pero no siempre lo aparente es lo auténtico. Los sectores asalariados pasaron los últimos seis años sin ajustes en sus salarios, y padeciendo severas reestructuraciones de personal, con despidos masivos en los años 2000 y 2001. El sector moderno de la economía sólo da trabajo al 15 por ciento de la fuerza laboral chilena. No existe “derrame” sobre las pequeñas y medianas empresas (Pymes) que se encargan del restante 85 por ciento. O, en otros términos, de cada 100 chilenos, 85 se quedan afuera del “modelo” que hay que copiar. En síntesis, en treinta años de aplicación del modelo ejemplar, Chile exporta cinco commodities cuyo precio se fija en centros ajenos a la decisión propia, no recreó una clase media, el desempleo – del 9 por ciento- se conjuga con una alta tasa de sobreempleo, y la riqueza se concentró por encima de la media regional. No nos parece en lo absoluto que éste sea el modelo que todos debamos copiar.

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