lunes, 19 de septiembre de 2005

Según pasan los años

Luego de la crisis económica de 1949, la situación económica argentina a partir de 1953 había experimentado una sensible mejoría, que se tradujo en un nuevo crecimiento del Producto Bruto Interno. La actividad industrial retomó su ritmo expansivo, los índices inflacionarios parecieron controlados (el de 1954 fue apenas del 3,8%), los sueldos y salarios recuperaron su poder de compra. Mientras, en el frente externo, no sólo mejoraron las exportaciones, sino que las importaciones acompasaron las necesidades de la industria. Anticipando los cambios que sobrevendrían años después, numerosas inversiones extranjeras se implantaron en sectores claves de la economía como el automotriz, químico, farmacéutico, etc. Entre otros hechos se destacaba la obtención de un empréstito de 60 millones de dólares del Banco de Exportaciones e Importaciones de los Estados Unidos, destinado a ampliar la producción de hierro y acero, algo que permitiría alcanzar los logros que había obtenido Brasil con la creación de la usina de Volta Redonda, fundada en 1941, y que recién habría de implementarse con Frondizi. El problema más acuciante era la necesidad de combustibles ya que, por la insuficiente producción local de petróleo, un monto considerable de divisas debía ser empleado en su importación. Con el propósito de superar este cuello de botella, el gobierno peronista firmó un contrato con la Standard Oil de California para la extracción y refinación de petróleo en la provincia de Santa Cruz. Hecho que constituyó un arma política de ataque por parte de sectores nacionalistas, sumados a la oposición liberal. Luego de 1955, las políticas económicas de los gobiernos militares y civiles se caracterizaron por una pendularidad que respondía a proyectos contradictorios e incompatibles entre sí. A pesar de todo, en el período que va de 1955 a 1976, el país creció económicamente. El proceso de industrialización, basado, en sus primeras etapas, en el desarrollo del mercado interno y las industrias livianas, siguió experimentando los cambios que habían comenzado hacia el final del gobierno de Perón, AL PROMOVERSE LA CREACIÓN DE CIERTAS INDUSTRIAS BÁSICAS Y DARSE ÉNFASIS A LA NECESIDAD DE CAPITALES EXTERNOS. En una etapa posterior se agregó UN TÍMIDO INTENTO DE EXPORTACIÓN DE MANUFACTURAS. De seguir, estimular y acentuar esta tendencia podríamos haber pasado del modelo ISI (industrialización por sustitución de importaciones) a uno IOE (industrialización orientada a las exportaciones) como pasó en Asia. Como la Argentina tenía hasta mediados de los ‘70, un aparato industrial con problemas pero de dimensiones respetables, ciertos niveles de protección, controles de cambio, tasas reguladas de interés, un sistema financiero bastante controlado y, a pesar de las crisis en la balanza de pagos y procesos inflacionarios, tasas de crecimiento relativamente buenas, hubiera sido posible de no hacer sido por lo que vino después. A partir de 1976 comenzó al verdadero desastre, el aparato productivo industrial fue destruido sin contemplaciones ni miramientos, de forma prolija, metódica, e ininterrumpidamente durante mas de 30 años de política neoliberal. Los liberales, no solo nos hicieron perder una oportunidad histórica de iniciar en Latinoamérica un modelo asiático de crecimiento sino que también llevaron al país a un desastre colosal del que apenas nos estamos recuperando y todavía tienen el tupé de dar impartir consejos y amenazas con el seño fruncido y el dedo acusador. ¡¡¡¡¡Que caraduras!!!!!

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