domingo, 18 de septiembre de 2005

Mexico y el libre comercio

Bajo la liberalización de las inversiones en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México recibió importantes flujos de capitales y logró aumentar sus exportaciones. Sin embargo, esos procesos no permitieron generar significativamente más empleos, no desencadenaron aumentos salariales, mientras que acentuaron los flujos migratorios y la dependencia científico-tecnológica . Los liberales insisten en que se debe manejar manejar las inversiones y el flujo de capital bajo la forma de reglas comerciales. Esa propuesta se sustenta en una concepción que postula que favoreciendo la entrada de capitales se alimentaría el motor del crecimiento económico, y con ello mejoraría la productividad o se generarían más fuentes de trabajo. Una revisión de la situación de México bajo el TLCAN ofrece evidencias sobre las consecuencias de ese régimen de inversiones regulado por un acuerdo de libre comercio internacional. En los últimos años se viene acumulando evidencia que muestra que en México bajo el TLCAN existió una inicial llegada masiva de inversiones, sin que necesariamente mejoraran las condiciones económicas, y mucho menos las sociales y ambientales. Para empeorar más las cosas, México ha perdido buena parte de sus capacidades para revertir los efectos negativos asociados a algunas de las actividades desencadenadas por ese flujo de inversión, ya que esos mismos acuerdos de comercio limitan seriamente las capacidades nacionales de establecer estrategias en desarrollo. Es común que los gobiernos defiendan la apertura a la inversión insistiendo en que ello promoverá el crecimiento económico, y por lo tanto es muy útil observar la experiencia mexicana. En ese país, a fines de la década del 80, se concretó un proceso de apertura y liberalización. Sus defensores sostenían que la apertura de los mercados y reducción del papel del Estado buscaba generar un sector manufacturero competitivo internacionalmente, con el supuesto objetivo de modernización, incremento de las exportaciones y crecimiento del empleo. Podemos preguntarnos cuáles han sido los resultados de ese proceso, y más específicamente si el aumento de inversiones realmente logró los objetivos de potenciar la industria y aumentar la demanda de empleo. Los años 90 registran niveles sin precedentes de IED a nivel mundial. Y en este marco de grandes inversiones, México tuvo una posición “privilegiada. Entre 1994 y 2002 México recibió 12.000 millones de dólares de promedio anual. Paralelamente, en el ámbito interno, el gobierno logró condiciones económico-sociales que asegurarían la estabilidad interna, reduciendo el déficit fiscal y controlando la inflación tanto a través de una política monetaria restrictiva como del compromiso de empresarios y trabajadores de no aumentar los precios ni presionar por aumento de salarios. A consecuencia de los grandes flujos de inversiones, las exportaciones más que se triplicaron. Sin embargo, el crecimiento de las importaciones fue aún mayor que el de las exportaciones y, por otro, el plan de estabilización basado en un ancla nominal cambiaria para controlar la inflación derivó en un peso sobrevaluado, contribuyendo así a la pérdida de competitividad y aumentar el déficit de la cuenta corriente. Estos factores demuestran que la estrategia emprendida no era sustentable en el largo plazo.Todos los datos muestran que esa IED no logró generar un fuerte empujón a la investigación e innovación propia de México. A pesar de registrarse un incremento del 18 por ciento en la productividad, los salarios en la industria manufacturera han disminuido un 13 por ciento desde 1994.

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