jueves, 23 de junio de 2005

La inversión extranjera

La experiencia de estos países asiáticos revela otro hecho importante. Por una parte, si bien existieron grandes flujos de capital extranjero, este capital, a diferencia de América Latina, no fue capital extranjero directo, sino préstamos canalizados a través de un sector público comprometido en promover el desarrollo industrial. Las teorías neoliberales hacen una apología de los beneficios de la inversión extranjera en el proceso de desarrollo y llaman a eliminar los condicionamientos que los países hacen a la misma, hasta el punto que identifican el aumento en esta clase inversión con el desarrollo económico. La experiencia internacional no permite demostrar este acerto. En el caso de Estados Unidos, el principal receptor de inversión extranjera durante el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, fue proverbial la exigencia que el capital extranjero fuera administrado por estadounidenses, los inversionistas extranjeros en los principales bancos estadounidenses no tenían ni siquiera el derecho al voto. El "milagro" japonés no fue fruto precisamente de la inversión extranjera. Hasta 1963 este país restringió la inversión extranjera al 49% de la propiedad de las empresas, prohibiéndola en las que consideró de importancia estratégica. Posteriormente a ese año, permitió un mayor porcentaje pero bajo un escrutinio cuidadoso. En 1967 se permitió un máximo de 50% en 33 ramas de la industria pero siempre y cuando hubiera un sólido control japonés y en aquellos sectores en los cuales ya había industrias nacionales solidamente establecidas. Todas estas políticas hicieron que en occidente Japón fuera el país menos dependiente de la inversión extranjera. En el caso de Corea y Taiwán cabría resaltar que la inversión extranjera fue aceptada siempre y cuando permitiera la creación de empleo, el desarrollo industrial, contribuyera a la balanza de pagos y el empleo, e hiciera transferencia de tecnología. Por lo cual cada inversión extranjera era examinada cuidadosamente para que cumpliera estos requisitos. En síntesis, la inversión extranjera puede contribuir al desarrollo de un país siempre y cuando se subordine a las metas nacionales de desarrollo y contribuya efectivamente al progreso tecnológico, exportador y social. Todos los países que usaron la inversión extranjera en su proceso de crecimiento lo hicieron de manera selectiva, progresiva, protegiendo la industrialización propia y asegurándose que contribuyera a las metas nacionales de desarrollo.

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